Pedro Pablo Achondo, cura de los Sagrados Corazones: Estoy a favor de la despenalización de la marihuana y del autocultivo.
Tiene 34 años, le gusta el reggae y también es poeta. Es un cura que está a favor de la legalización de la marihuana y de que los gays puedan tener su familia. Se ordenó como cura cinco días antes que estallara el caso Karadima y en un momento en que los sacerdotes eran apuntados con el dedo. Cercano al pensamiento de Pepe Aldunate y Mariano Puga, Achondo es uno de los rostros que viene a sacudir la iglesia.
Tengo entendido que vienes de la elite.
-No de la elite, pero sí viví en Vitacura y estudié en los Sagrados Corazones de Manquehue. No todo es blanco y negro. Mi papá nunca fue a la universidad, trabajó en lo que pudo, fue mecánico entre muchas cosas. Mi mamá, toda su vida en la salud pública. Pero, claro, tenía compañeros que viajaban todos los años a Europa o Miami, mientras yo nunca había salido de Chile en mi vida. Hasta los nueve años viví en Melipilla, luego en el sur, y llegué a Santiago a los quince y claramente era distinto. Era más inocente. Tenía compañeros que ya habían ido por las piscolas y yo estaba en cuarto medio y nunca había tomado ni una. Igual era medio pavo.
¿En tu casa eran católicos?
-Mi mamá era la que más participaba de la Iglesia. Mi papá era un poco más distante, de tres misas al año, esa onda. Y mis dos hermanos no son católicos. Y yo siempre me sentí muy amigo de Jesús y sentí algo especial por este personaje.
¿La vocación cuando te nació?
-En cuarto año de la universidad. Tenía 21 años.
¿Y alcanzaste a huevear lo suficiente o no?
-Antes y después, ja, ja, ja.
Uno tiene la imagen de que los curas son todos serios, no buenos pal hueveo.
-Tenía la misma impresión tuya. Pensaba que entrar para ser cura sería como entrar a un convento, todo blanco, con velitas, que a las ocho iba a ver un silencio absoluto, que ni siquiera iba a tener luz eléctrica. Que me tendría que transformar en alguien silencioso, más retraído. O que tendría que usar posturas corporales de recogimiento, ponerme serio, vestirme de otra manera. Son imaginaciones que uno tiene y hay que luchar contra eso, porque está en el ambiente y son ridiculeces.
¿Los curas carretean?
-Yo carreteo como cualquiera.
¿Se curan los curas?
-No sé, habrá alguno de repente. Pero no carretes donde uno quede botado. Los curas somos súper normales. Es bueno compartir. De repente es bueno tomarse una cerveza o una copa de vino. Para sentirte a la par. No como un sujeto raro. Pareciera que los curas son súper hombres. Y no es así. Hay que dejar de ver a los curas como dioses. Somos como cualquier persona.
EL LLAMADO
Sentiste el llamado bien tarde para ser cura o es lo normal.
-No fue repentino. Fue un proceso de cuatro años. Mientras buscaba, pololeaba y hacia mi vida normal. Pero siempre estaba dando vuelta la idea de algo más. Estudiando física en la Chile era divertido, porque mis compañeros eran súper críticos a lo religioso. Pero nunca tuve un corte con lo religioso. Hacer trabajo de misiones me ayudó mucho a decidirme. No fue una decisión de escritorio. Me marcó estar en el norte, tener que caminar ocho kilómetros para ver a la abuelita y justo pillarte al Testigo de Jehová en la misma casa y tener que irte a otra mucho más lejos. Ese esfuerzo, esa cosa romántica, del evangelio me encantó. Siempre cuando hacia eso, decía “me quiero quedar aquí, aquí viviría feliz”. Al final me quedé.
Tomar esa decisión implica una serie de renuncias como formar una familia, dejar a tu polola, no tener más sexo…
-Me costó caleta. Caleta. Los últimos dos años estuve peleándola. Estaba súper angustiado, me llegó a dar apendicitis. Mi mamá me preguntaba qué me pasaba, que estaba raro, y le conté. Ella me dijo que no me preocupara, que quizá tenía una vocación de servicio muy grande. Y me tranquilizó. Dos años después me volvió la pregunta y dije, chuta madre qué hago. Hubo una jornada de reflexión y me decidí por el sí. Estaba feliz. No me importaba renunciar a la pareja, a la universidad, irme de la casa.
¿Cómo lo tomó tu polola?
-Llevábamos dos años. Fue tremendo para ambos. Yo la amaba mucho.
¿Cómo lo tomó ella?
-Se enojó.
Debe haber sido difícil para ella. Porque no la estabas dejando por otra mujer, sino por Dios.
-Claro. Pero después me dejó ir y fue impresionante. Ahí pude partir. Pero no me atrevía, no quería perderla. Fue muy doloroso, muy radical, pero ella me dio la libertad.
¿Hay veces en que te cuestionas esa decisión?
-No, tampoco es que lleve ochenta años en la congregación.
Te ordenaste como cura cuando se destapó el caso Karadima. De ahí los curas comenzaron a ser apuntados con el dedo.
-Sí, me ordené cinco días después de estallar lo de Karadima. Claramente no era el momento favorable. Me ordené como cura en un tiempo de sospecha. Pero lo de Karadima era una discusión por fuera. Nunca conocí a un cura deshonesto. Pero era complicado. Me acuerdo que al año anterior a Karadima, estaba trabajando con niños en un colegio. Ellos venían y yo los abrazaba. Me tiraba al suelo con ellos. Después pasa esta polémica y no sabía si podía jugar o no, si me podía tirar al suelo o no, era ¡ay! Empecé con un conflicto. No sabía qué hacer. Chuta, ahora no puedo abrazarlos. Pero, me dije, a las pailas. Si entro en ese juego de la autocensura y represión, no voy a llegar a ningún lado.
En el último tiempo han disminuido las vocaciones para ser cura, pero aumentado el número de diáconos. ¿Hay un tema relacionado con el matrimonio?
-Es un tema de siempre lo de los diáconos. A la iglesia le interesa promover los diáconos casados. Es muy bonito. Soy de la idea que los curas se puedan casar o que sea opcional.
Parece que la Iglesia está siendo poco atractiva para los jóvenes…
-Este es un temazo. Trabajé un tiempo en la pastoral vocacional de mi congregación y es apasionante. Tan apasionante como frustrante. Yo creo que hay vocaciones, pocas, pero las hay. Cuando entré éramos tres nomás. Claramente estábamos en una crisis grado uno. Y, como te decía, soy parte de esos tiempos de crisis. Pero no te podría decir que estemos en una crisis terminal. Nunca tanto.
A lo mejor los curas deberían renunciar al celibato.
-Debe estar la opción. O que hombres casados se hagan curas. Un hombre casado se pueda hacer cura, también, por qué no.
LA IGLESIA 2.0
Has escrito columnas sobre la renovación de la Iglesia. ¿Esta renovación parte porque la Iglesia se preocupe menos del sexo y más de los pobres?
-¿Se debe preocupar del sexo de los pobres también, o no?, ja, ja, ja. Sí, poh. Tiene que acaparar la vida entera del ser humano. Y no solo del sexo. No de la cintura pa’ abajo ni de la cabeza pa’ fuera. Obviamente, debe dar directrices. Pero no obligaciones absolutas.
Pero cuando habla del sexo cae en lo dogmático.
-Esa cosa no debería ser así. Al final el dogma es la conciencia personal. El dogma es al final cómo te podís entender con el Señor, con Dios, en tu vida con los demás, en tus relaciones. No pasa por cumplir los mandamientos. Eso es una cosa muy antigua, añeja, aparte de inmadura. Cuando cambiemos esos discursos, la cosa mejorará. Me da un poco de pena, porque lo que se entiende es que le decimos “sabes, no confiamos mucho en ustedes, porque se van a equivocar, entonces no hagan esto”.
¿Qué es lo que te da pena?
-Me da pena lo que no dice la Iglesia. Justamente mover los corazones de la gente que se hace cómplice de las injusticias y desigualdad. No estoy muy metido en la noticia, pero este escándalo político de Penta que involucra a la UDI, la Iglesia debería decir algo a nivel jerárquico. Ezzati debería pronunciarse sobre el caso Penta. Sacar una declaración o algo. Sería lo más ético. Ojalá que esté esperando el momento. Eso espero. Porque si vamos a hablar de inmoralidad, hablemos de todas las inmoralidades: de la injusticia social, de la codicia de los empresarios, pero no nos centremos solo en la inmoralidad del sexo. La gente en las parroquias está preguntando, porque obviamente no están de acuerdo, creen que la cosa no debe ser. Es irrisorio. Imagínate, los políticos entre ellos se compran, se venden, se pasan plata. Y la mitad son dueños de instituciones también educacionales. Entonces, nadie quiere tocarlos, porque todos ganan, todos lucran y todos se llenan los bolsillos. Es una inmoralidad tremenda.
Qué te parece que los involucrados en el caso Penta sean empresarios católicos. Son como las ovejas negras de la Iglesia.
-Sí. Es un tema que amerita un análisis profundo, los vínculos de la clase alta chilena con una cierta Iglesia. Me pregunto a qué Iglesia va a escuchar esta gente, a quién van a escuchar, cómo vive esa gente que va a esas Iglesias. ¿Van a escuchar el evangelio o es solo una reunión social más, de un grupo de amigos, casi como si fueran al club de polo o al mall? Y cuando van a la Iglesia escuchan un discurso que no los cuestiona en nada, muy espiritualizado, frivolizado, lejos de la realidad, pero está todo bien porque igual le doy tres gambas al caballero que me cuida el auto, ¿cachai? Es medio ridículo, pero así es.
¿Qué te parece que haya curas para la elite sin conciencia social?
-Es manipulación del evangelio. Es hablar de algunas cosas y no de otras. Es súper dañino. Hay curas que están anclados a un poder, riqueza y estatus que claramente no representa a nadie. Hay que romper con ese círculo. El mensaje cristiano de Jesús es justamente este: despojarse del poder, de la riqueza, para ir al encuentro del pobre. Y esa dinámica tiene que estar, no que deba estar en todo el mundo, no se trata que seamos como Francisco de Asís, pero si esa dinámica no entra en tu vida, estarás lejos del evangelio.
¿Por qué habrá tanto cura para ricos?
-El señor equis dueño de varias empresas multinacionales se siente bien con su estatus y riqueza, eso mismo le pasa al curita o monja que llega a un nivel de estatus que no lo deja bajar. No es que haya escuelas para curas ricos, sino que es gente que se fue incorporando en cierto nivel socioeconómico y ya no pueden salir. Lo peor de todo es que viven una especie de esclavitud. Me cuesta entender que existan curas millonarios. No lo entiendo, es contradictorio, absurdo. Es una pena, porque es un cura, un religioso, que supuestamente está enamorado, apasionado, de Jesucristo pobre. O leyeron al revés el evangelio o hay una especie de punto ciego. No puede, ¿cachai? Ojalá uno nunca llegue a ese extremo donde te corrompa el poder. Es que cómo te bajas del caballo.
La UDI está metida en el caso Penta y es casi un partido confesional. ¿Le crees la parada católica a la UDI?
-Da lo mismo si les creo o no. Pero de que llama la atención, llama la atención. Cualquier partido que se apropie de Dios es complicado.
Y que haya avalado la dictadura y las violaciones a los DDHH.
-Eso es contradictorio. Tan contradictorio como que Pinochet comulgara.
LA MARIHUANA
El rector de la PUC, Ignacio Sánchez, armó el tremendo escándalo cuando el Acuerdo de Unión Civil tenía las mismas siglas que su universidad. Y logró que le cambiaran el nombre.
-Todo eso me parece ridículo. También me parece ridículo que no se llame de frentón matrimonio. Por qué buscar un nombre distinto. No entiendo el negamiento. Si una pareja se ama y quiere vivir toda la vida, el estado tiene el deber de protegerlos, ampararlos y cuidarlos. Y eso se llama matrimonio civil. Si la iglesia católica, tiene problemas con la palabra, cambiémoslo nosotros.
Estás de acuerdo, entonces, con que los gays se casen.
-Sí, no tengo ni un problema.
¿Eres partidario que adopten hijos?
-Me preguntai puras cosas polémicas. No tengo tanta respuesta a las cosas. Estoy como esas páginas en construcción. Uno está en búsqueda, reflexionando. Te puedo decir algo hoy y en cinco años capaz que lo lea y piense que soy un idiota. Es verdad. Ahora, te diría que a lo mejor sí. Quizá puede que los gays sean mejores padres que los heterosexuales. No tengo mucho argumento para oponerme, porque no sé si una pareja hetero puede criar mejor a sus hijos. He conocido a parejas hetero que han criado terriblemente a sus hijos. Tal vez los homosexuales son un buen ejemplo de padres. La naturaleza es mucho más sabia de lo que creemos. No hay que absolutizar todo, la cosa es más plural.
¿Qué piensas del aborto?
-Tengo mis reparos. Hay muchos temas transversales que me cuestionan. Personalmente, lo que me importa es la vida de la mamá y la vida que pueda surgir bien. Están los casos típicos, qué pasa cuando la mujer ha sido violada, esos casos hay que estudiarlos. Pero no estoy de acuerdo con el aborto a secas.
No estás de acuerdo con la que mujer decida.
-Pero es más por una cuestión filosófica. No sé lo que ese niño puede llegar a ser. En el fondo, estoy apostando al tiempo. Es casi una cosa judía. Para ellos, es súper importante la fecundidad porque podría venir el mesías. Ocupando un poco esa metáfora, no sé- ni nadie sabe- qué puede llegar a ser ese niño. Hablar de aborto a secas es algo que atenta contra el evangelio; ojo que tanto como la injusticia que destruye, la mentira que ensucia las estructuras, la codicia, el poder… Si me preguntas sobre la ley de aborto en casos excepcionales creo que hay que reflexionar más.
¿Y qué te pasa con la defensa férrea que hace la Iglesia de la vida? Para la Iglesia, la mujer que aborta es casi una pecadora.
-No juzgaría tan ciegamente. Habría que preguntarle a la mujer por qué quiso abortar. Quizá sea la decisión más difícil. Es verdad.
¿Qué piensas de las drogas, has probado marihuana?
-Ja, ja, ja. Sí, he probado marihuana.
¿Antes o después de ser cura?
-Antes, antes. Estoy a favor de la despenalización de la marihuana y del autocultivo. Pero tengo razones. No es que sea el cura loco y buena onda, sino que estoy en contra del narcotráfico, que es terrible, y hace un daño tremendo en las poblaciones.
¿Existe el diablo?
-Qué onda la pregunta, ja, ja, ja. A ver, como entidad corpórea, como personaje, no creo que exista. Ahora, el mal existe. Pero arriba no hay una fuerza donde pelean el bien y el mal. Pero no hay un personaje que nos pegue el pecado, nos incite a la perversión, no, cada uno es dueño de sus actos y sabe lo que hace.
Fuente: www.theclinic.cl/