Uruguay: Clubes cannábicos cooperación y colectividad
En Uruguay, primer país del mundo en regular la producción y venta de marihuana, tomaron forma y firmeza los clubes cannábicos; una de las tres vías legales que tiene este país para acceder a esta planta.
Entre 15 y 45 miembros es el número de participantes que puede tener un club cannábico, todos los miembros deben ser mayores de 18 años, residir de forma permanente en Uruguay y solo pueden cultivas hasta 99 plantas. Por lo que cada uno puede recibir hasta 480 gramos de la cosecha por año, la cual es toda para uso personal.
En el año 2013, durante el gobierno de José Mujica, se aprobó en este país un proyecto de ley para regular el mercado de la marihuana. Tres opciones existen para poder obtener cannabis: inscribiéndose como autocultivador, pertenecer a un club cannábico o, prontamente en agosto, poder acceder a ella a través de las farmacias, las que proporcionarán la marihuana que el Estado uruguayo cultiva.
Existen doce clubes y alrededor de 30 asociaciones esperando su aprobación.
CLUC (Cultivando la Libertad de Uruguay Crece), es un club que funciona como una cooperativa. Son más de cuarenta miembros, la mayoría de los integrantes participa en jornadas de trabajo en la plantación, en el año se efectúan diez plantaciones, y, además, deben colaborar en tareas logísticas, de gestión o de diseño. Ellos buscan acceder a marihuana de buena calidad de forma colectiva.
Todos los clubes deben contar con una sede que incluya un área para el cultivo y otra para el secado de las flores. Además,
deben tener un lugar seguro de acopio, y un espacio para reuniones y para otras tareas como el empaquetado. Gustavo Robaina, magíster en Políticas Públicas y miembro del club señala que “nuestro fuerte es, más allá del acceso a la sustancia, otras cosas que tienen que ver con lo colectivo”.
Los miembros de CLUC comenzaron cultivando en el fondo de la casa de uno de sus ellos a finales del 2013. El lugar presento demasiado inconvenientes: robos, hongos, plagas, hasta problemas con funcionar dentro de la legalidad estaba amenazada. Decidieron irse de ahí y se ubicaron en las afueras de Montevideo, en un lugar tan escondido que no se llega por simple casualidad.
Este club fue uno de los primeros en ser habilitado. Tiene su origen en Proderechos, una organización social más amplia que milita a favor de la regulación social del cannabis, así como de la salud sexual y reproductiva, la diversidad sexual y los derechos humanos. Estos clubes, al igual que todas las asociaciones, funcionan con principios y reglas, cada club tiene las propias.
CLUC ofrece diferentes planes para sus miembros, quienes se pueden llevar 20 o 40 gramos de marihuana por mes. Se divide en los que pagan poco, se llevan poco y colaboran en el proceso, o los que pagan más, se llevan más pero no participan del proceso. En resumen los socios que colaboran pagan 20 dólares por 20 gramos. Los que no colaboran 50 dólares por 40 gramos. Es decir, sale muy a cuenta asociarse y cooperar.
Sin embargo que existan clubes no significa que su presencia no tenga cierto aspecto de clandestinidad. Deben mantener sus cultivos en secreto, ya que está muy recurrido hoy las conocidas “mexicanas” donde los cultivadores pierden todas sus cosechas y deben comenzar a lidiar con los puntos y márgenes de legalidades e ilegalidades al respecto.
Los clubes cannábicos tienen forma concreta y ese es evidente. Se enmarcan dentro de la nueva normativa sobre marihuana, donde el gobierno uruguayo busca luchar y contrarrestar el narcotráfico y el crimen organizado desde la regulación y anulación de la criminalización del consumidor.
Los clubes deben funcionar en privado, hacer cosas solo para sus miembros. Sin embargo los miembros del club están convencidos de que los usuarios organizados tienen mucho que aportar en la regularización social del uso de drogas.
Así como se abren las tierras y se legalizan los espacios de cultivo en Uruguay, acá en Chile los espacios privados y destinados por los autocultivadores para sus siembras y cosechas dentro de la clandestinidad íntima, cobran más fuerzas y más adherentes a la consigna de “cultiva y cultívate”. Esperemos que prontamente la masificación de los clubes de manera conciente y responsable se amplíe hasta este lado del mundo.
Está claro que más de algún club clandestino andará por ahí, pero ya se abrirán los campos y brillarán los tricomas y las grandes parcelas exhibirán majestuosas y libres la flor de la cannabis.